Bitácora de una mochilera – quinta entrada

Dos días en Caraguatatuba

Por Naty Silva (*), especial para ArecoCiudad.
Por Naty Silva (*), especial para ArecoCiudad.

Llegamos a la estación de ómnibus de Caraguatatuba de noche, pero por suerte nos estaba esperando Rafa, nuestro couch, así que cargamos nuestras mochilas y emprendimos viaje hacia nuestra próxima casa.

El departamento era, definitivamente, de un hombre soltero como para no decir que era un quilombo… pero tenía una increíble vista del mar.

Al día siguiente nos levantamos y desayunamos en la playa, que la teníamos a 3 cuadras y el día estaba radiante.

Caragua es una ciudad muy grande, sólo pudimos conocer el barrio Martin de As. Se podía apreciar que es un lugar muy turístico y estaba en plena temporada baja: en la calle no había nadie, casas con carteles de alquiler para temporada que estaban vacías, en nuestro edificio había sólo 2 departamentos ocupados; pero los fines de semana y a partir de septiembre explota de gente.

Las playas son hermosas, con un mar tranquilo que apenas tiene oleaje, así que es como una pileta gigante pero lo que más me gusta es el contraste de tener una ciudad tan grande y con pocos edificios a la orilla del mar, y sobre todo que mantengan todo limpio.

Hay varios puestos playeros para comer y tomar caipirinha o cerveza, pero son bastante caros, pero cruzando la calle hay padarias donde se come un salgado y una cerveza por 7 reales, ahí hay un almuerzo barato.

A la tarde/noche Rafa nos llevó a Praia Capricornio, a varios kilómetros de donde estábamos, pero que iba a valer la pena conocer. El camino a la playa no es el mejor, y menos para hacerlo de noche, calles de tierra en muy mal estado y después hay que caminar unos 500 metros por el medio de la nada.

Debo admitir que tenía un  poco de miedo estar caminando a la noche por ahí con un chico que apenas conocíamos, me imaginaba situaciones que podían suceder y de cada situación qué manera tenía de escaparme, pero tranquilos que la noche estuvo perfecta.

Después de tanto caminar llegamos: Lagoa Azul, una laguna apenas separada del mar por bancos de arena blanca, nuestra vista ya se había acostumbrado a la oscuridad y podíamos distinguir el paisaje perfectamente. Nos quedamos varias horas tirados en la arena, una noche sin luna pero con el cielo estrellado, el sonido del mar, peces que se escuchaban saltando en la laguna, estrellas fugaces…todo demasiado perfecto.

Hubiese estado buenísimo ver ese paisaje de día, pero ésta fue una experiencia diferente.

Volvimos al departamento a cenar y mirar algunas películas, hicimos intercambio cultural: una película brasilera “El Hombre que copia” aprovecho para recomendársela la pueden buscar en YouTube, y después toco el turno de la argentina “Historias mínimas”.

Nos fuimos temprano, pero esta vez no tuvimos suerte haciendo dedo así que tomamos un ómnibus hasta Ubatuba.

Algunos datos interesantes:

          Caraguatatuba está ubicada en el litoral norte del estado de Sao Paulo, entre el Océano Atlántico y la Sierra del Mar, aquí nacen los principales ríos que desembocan en las playas y donde se sitúa el Parque estatal Sierra del Mar.

          Hay unas 17 playas en la ciudad. Los indios guaraníes que frecuentaban en el pasado la sierra del mar en Caraguá fueron los responsables del nombramiento de algunas de las playas de la ciudad, en la lengua tupi-guaraní el nombre de cada playa está ligado a las condiciones naturales de cada una de ellas, por ejemplo Massaguaçú: playa de olas fuertes, Tabatinga: arena blanca y fina, Mococa: plantación.

Al igual que Caraguatatuba que significa “Lugar con muchas caraguatas”.

          Es uno de los 15 municipios paulistas considerados como “estancia balnearia”, para ellos deben cumplir con ciertos requisitos pre-establecidos por ley, y ello le otorga un status a la ciudad además de tener una mejor promoción turística por parte del estado.

Una noche anecdótica en Ubatuba

Esa noche en Ubatuba es una de las experiencias de este viaje que nunca olvidaré en mi vida porque me ha dejado una gran enseñanza y, sobre todo,  porque tuve la posibilidad de vivir la otra cara de Brasil no la turística que vemos en fotos con sus playas paradisíacas y palmeras, sino la de la vida cotidiana de un brasilero pobre.

Pasamos una noche en un barrio, favela diría yo, de Ubatuba.

No sabíamos dónde vivía nuestro couch y al llegar allí fue una sorpresa. Yo tenía miedo, la gente nos miraba raro, nos hablaban en inglés y llamábamos mucho la atención con nuestras mochilas.

Teníamos que caminar tres cuadras solas, por una calle poco amigable y casas muy humildes, digamos que es un barrio al que no recomiendan ir y menos a dos “gringas” solas.

Le pedimos a nuestro couch que nos vaya a buscar porque no nos sentíamos seguras estando allí, si él nos trasmitía confianza íbamos a ir con él, pero si veíamos algo extraño nos íbamos. Ceci me dijo: ‘Naty, CONFIÁ, que sea un barrio pobre no significa que nos vayan hacer algo’. Ese fue uno de los mejores consejos que recibí y una de las primeras lecciones aprendidas ese día.

Nuestro couch, nos transmitió buena energía y parecía una buena persona aunque le dijimos que no nos gustaba estar en ese barrio, nos dijo que no tenía problema en acompañarnos a la terminal si no nos sentíamos seguras, por lo que nos dio más confianza y decidimos darle una oportunidad, algo de lo que nunca me voy arrepentir.

Entre mate (nosotras) y él cerveza, charlando de todo un poco, le preguntamos si el barrio era tranquilo, seguro y ahí fue cuando comenzó la aventura al saber dónde estábamos: nos contó que el barrio era muy seguro, no había robos, se podía caminar tranquilo a la noche (si es que estabas con alguien conocido) y todos se conocen con todos pero…¿por qué  tanta tranquilidad siendo un barrio que no inspira seguridad alguna? Ese barrio de Ubatuba estaba custodiado, protegido y comandado por una organización criminal MUY conocida en San Pablo y tiene una pequeña sede allí, y como no quieren a la policía en su territorio nada tenía podía ocurrir. Es decir la policía ahí no entraba.

Como todo barrio/organización tiene sus reglas: NO se puede robar en el barrio, con respecto a las ventas de drogas dejémoslo ahí, porque su vecino era traficante, si había algún problema con un vecino, es decir se quieren agarrar a trompadas con alguien, tienen que subir al morro y pedir permiso. A él le pasó de haber estado casi en una pelea con un grupo de chicos de otro barrio y que “el viejo de arriba” se haya enterado y haya bajado para preguntarle si quería que ellos se lo traigan y hacer justicia por mano propia. Pero es mejor no meterse con esas personas, nos dijo.

Cuando nos enteramos de todo esto quedamos frappé, duras, con más miedo que antes, corrimos a un cyber a hablar con todas las personas que teníamos cerca de Ubatuba y a pasarle los datos de donde estábamos por si nos llegaba a ocurrir algo. Yo me sentía en la película Ciudad de Deus. Igual les digo la verdad, ya estaba resignada, o sea ya estábamos ahí, no teníamos manera de irnos.

Por suerte la noche nos demostró que los prejuicios eran incorrectos, que no por ser personas humildes o vivir en un barrio con mala fama, tienen que ser malas personas. En todos lados hay personas honestas y trabajadoras y también hay malas personas, desde la clase más pobre hasta la más rica.

Esa noche fue una de las mejores que pasé hasta ahora en Brasil. Fue lindo equivocarse, y no haberme dejado llevar solo por la apariencia. Sé que no siempre es así, pero si uno le da una oportunidad a las personas se puede llegar a sorprender para bien.

Conocer la otra cara de Brasil fue increíble, Antes de este viaje estaba viviendo en Campinas, una de las ciudades más ricas del país, por su desarrollo en la actividad industrial, en un barrio bastante careta, y de una semana a la otra pasar a dormir en una favela con reglas y justicia propia, fue un sacudón a la realidad, no hay manera de agradecer semejante experiencia y me siento avergonzada de haber desconfiado tanto de una persona y un pueblo sólo por lo que aparentan o mejor dicho, por creer en esa imagen inventada por los medios de comunicación: que si usan gorra, son morenos y viven en un barrio pobre son asesinos, chorros o traficantes.

En este mundo hay más personas buenas que malas, sólo hay que dar la oportunidad de que nos demuestren lo mejor de cada uno.

 

(*) silva.natalia@live.com.ar

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