Panorama político bonaerense

La necesidad de amortiguar la presión

El peor final del caso de la pequeña Candela ya se inscribe en los anales de la inseguridad bonaerense de los últimos tiempos.
El peor final del caso de la pequeña Candela ya se inscribe en los anales de la inseguridad bonaerense de los últimos tiempos.

Ya ocupa un lugar en la vitrina que ningún gobernador quiere para sus recuerdos de gestión.  Porque figurará entre los primeros estantes de la misma junto a los casos Cabezas, La Masacre de Ramallo o Axel Blumberg por citar los episodios emblemáticos de la desgracia.

 

El caso de Candela esta recubierto de varias capas de intriga, oscuridad e impunidad.  Pero aunque llegue a resolverse de la manera que toda la opinión pública espera, resultará excesivamente frívolo cualquier intento de festejo, el cual será interpretado como "inoportuno" considerando que ese sería el término más piadoso.

 

Es más, cuesta encontrar una explicación de la aparición del gobernador Daniel Scioli junto a la víctima del hecho más atroz de, al menos, los últimos dos años. No cabe otra posibilidad al respecto que la de encontrar a un mandatario que da la cara y se baja del pedestal para señalarse a sí mismo como alguien que sufre la situación de impunidad y de vulnerabilidad. Pero cabe señalar que ese mandatario, quien se muestra como una persona común, tiene cuatro años al frente de las políticas de seguridad que, ante casos como éste, revela las grietas que aparecían como maquilladas con la intención de distraer el foco de atención sobre la inseguridad.

 

Esas grietas son las falencias de una fuerza policial que como virtud insuficiente demostró pleno voluntarismo y, para quien también quiera aceptarlo así, muy buenas intenciones.

 

El millar de efectivos policiales comandados directamente por el jefe de la Policía, Juan Carlos Paggi, que estuvo afectado a la búsqueda de la víctima, sufrió tal vez la peor afrenta en esta conocida historia. 

 

La cuestión no pasa sólo por el orgullo, sino por la reactivación de imágenes que se creían superadas como la falta de capacitación y logística, ejes centrales de un combate con eficacia no sólo a la inseguridad, sino a las organizaciones criminales.

 

La sensación de falta de protección en los bonaerenses, también invocaría como frívolo aquel objetivo de "plan b" que instrumentó el sciolismo apenas conocido el fatal desenlace del caso Candela.

 

Es el de formar una interpretación alejada de un hecho de inseguridad común y tradicional.  No se trató de un robo al voleo, o un asalto trágico -aunque las muertes duelen sea cual sea la naturaleza del delito-.

 

El ajuste de cuentas, tal cual se instaló, supone un circuito aparte de la inseguridad pública, con un protocolo distinto. Pero más allá que puede resultar difícil de prevenir, no hace al Estado menos ajeno en la aplicación de Inteligencia o infraestructua o personal capacitado para su resolución.  La frase del Fiscal General de Morón acerca de "un fracaso del sistema" debiera inscribirse en letras de molde en algún informe autocrítico sobre gestión en seguridad.

 

La búsqueda infructuosa y el no llegar a tiempo ante una demanda de evitar una muerte, no debería eximir o atenuar el golpe certero hacia la imagen de gestión.

 

Sin embargo, desde el oficialismo, la sensación es que se busca "amortiguar" la presión que significa tamaño ejemplo de déficit en el combate a la delincuencia organizada.

 

Scioli está contando, y en este caso parece que de manera fortuita, con cierto viento a favor que provocan los medios de comunicación dominantes.  Estos se han dirigido en presionar más a la investigación judicial que a juzgar un desempeño deplorable de las fuerzas policiales que estuvieron a cargo del caso.

 

Curiosamente, el enfoque mediático no se hace sobre la policía que estaría a cargo de la instrucción, sino sobre las cabezas más visibles, presionando sobre su responsabilidad. El enfoque del ajuste de cuentas y la exposición de instituciones distintas a las del Ejecutivo, parecen configurar una clave de salvación o de disminución del costo político de Scioli.

 

Llegado el caso y como indica el manual de estilo para estas cuestiones, que para nada devolverán la vida de Candela, aparecerán las medidas que se consideren pertinentes.

 

Porque no será la primera vez que por un caso de estas características se esmerile la imagen política y el crédito de un jefe policial o de un funcionario.

 

Scioli parece que se toma su tiempo y espera, para ver el desarrollo de los acontecimientos.

 

También espera saber cual será el poder de fuego de la oposición que intentará llamar al ministro de Justicia y Seguridad Ricardo Casal para que de las correspondientes explicaciones en la Legislatura.

 

Mientras tanto, y cuando se esperan las respuestas oficiales y las necesarias para terminar con la impunidad, el caso se envolvió con un entramado de especulaciones políticas. Estas son las que menos se esperan aunque sea para salvar el crédito o la imagen, porque no salvan una vida como la que se perdió con el caso Candela.

 

Fuente: Agencia NOVA

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