Panorama político bonaerense

Sobre represiones y rebeldías

Daniel Scioli, gobernador de la Provincia. (Caricatura: Fernando Rocchia, Especial para NOVA).
Daniel Scioli, gobernador de la Provincia. (Caricatura: Fernando Rocchia, Especial para NOVA).

No tuvo respiro alguno. Apenas había firmado el acta de reasunción de su cargo.  Y ya había renovado su condición de huésped durante cuatro años más en la casa de gobierno bonaerense.

Daniel Scioli sintió que la fiesta se había arruinado a raíz de algo que debió ser anecdótico y no llegar a mayores consecuencias. Pero estas existieron y persisten. Y llevó el conflicto de Scioli con la policía y con sus amigos del kirchnerismo duro hasta fronteras insospechadas.

A segundos de que finalizara la Asamblea Legislativa de reasunción, un senador provincial le había acercado la novedad a Mariotto describiéndole la amarga y dolorosa experiencia de jóvenes de la Agrupación "La Cámpora", quienes sufrieron los efectos de la represión que, desde lo fáctico, impedía el acceso a los palcos de la Cámara de Diputados para presenciar los últimos instantes del acto. 

 Mariotto miró a Scioli delante de Horacio González, presidente de la Asamblea Legislativa, buscando una respuesta. Había cuadros de heridos graves y la situación requería de premura y agilidad. Se intentó actuar en ese tono, hasta que se pudo.

Luego aparecían nuevos relatos sobre lo sucedido. Según pudo saberse, la idea era aplaudir a los legisladores del sector, hacer actos de presencia con actos identitarios y luego marcharse.  Pero los uniformados se interpusieron en el camino, alegando órdenes de autoridades inmediatas de la fuerza policial.  No se trataba de evitar el ingreso de La Cámpora, sino de cualquier mortal que quisiera avanzar sobre la línea custodiada.

En medio de incidentes que cobraron un revuelo periodístico creciente, el resto de la jornada dejó de disfrutarse y pasó a ser un compromiso obligado. Durante la jura de los ministros desde el gobierno ya pensaban en como la sensación de fiesta se desvanecía y se opacaba por los titulares proyectados por una prensa que vive del conflicto como noticia.

El plan B apuntó a generar una sensación de autoridad y energía de manera tal de cortar de cuajo cualquier otro tipo de consecuencia.  Y aquí es donde falló el análisis político del oficialismo provincial.  La fuerte crítica a la policía bonaernese por su accionar en la Legislatura y el pase a disponibilidad de los agentes implicados lejos estuvo de disciplinar a la tropa en su conjunto.

Escapó a Scioli y a su gabinete la reacción de solidaridad de cuerpo o de un amplio sector de la institución.  Y esto se advirtió con la situació de autoacuartelamiento de personal de Infantería apostado en las inmediaciones del Bosque platense.

Sin temores a pases en disponibilidad, cesantías o exoneraciones, lo cierto es que los protagonistas del movimiento rebelde, que tuvo réplicas en cerca de una docena de distritos del conurbano, dejó un tanto debilitada la imagen del ministro del área Ricardo Casal, del flamante jefe policial, Hugo Matzkin y de otros funcionarios afines.

Una fuerza civil armada al servicio del gobierno y del pueblo bonaerense no debiera ingresar en estado de deliberar órdenes y esto es, precisamente, lo que ocurrió.

Si el poder político no puede hacerse acatar a partir de la incondicional obediencia que la fuerza policial debe hacer, situación apoyada por el marco legal existente, se configura una imagen muy difícil de revertir.

La rebeldía puso en agenda un estado de malestar social de agentes policiales, sea por cuestiones salariales y condiciones de trabajo, una de cuyas condiciones tiene que ver con arriesgar la vida todos los días.

Que el hecho esté en vidriera por los incidentes en la Legislatura y por la no aceptación de sanciones, pega duro en una renovada gestión que no esperaba y ahora no sabe cómo darle un cierre acorde con sus expectativas.

Como si fuera poco, además de un sector policial díscolo, Scioli debe admitir las presiones que provienen del discurso de exégetas de la Casa Rosada que señalan que todo esto ocurre por falta de convicción y de capacidad para controlar a la institución policial.

Seguramente las consecuencias políticas de este cimbronazo tendrán destinatarios.  La demora en conocerlos podría ser aún más perjudicial, salvo el ejercicio de un notable e impactante liderazgo que aún no alcanza a percibirse.

Fuente: Agencia NOVA

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