LA PLATA, Septiembre 15.-(Por Marisa Alvarez ) A nivel institucional, esta semana marcó una de las decisiones más fuertes de los casi seis años que Daniel Scioli lleva en el gobierno de la Provincia. No sólo cambió al ministro de Seguridad sino que lo hizo imprimiendo también un notorio giro en el perfil de conducción del área más sensible.
Alejandro Granados, con imagen ganada -y no refutada por él mismo- de ser un hombre de armas llevar, se convirtió el viernes en el tercer ministro de Seguridad de la gestión sciolista. Lo antecedieron un fiscal federal que pidió licencia para asumir esa función, Carlos Stornelli, y un abogado de larga trayectoria en esa profesión, Ricardo Casal.
Granados, en cambio, es un intendente, peronista del Conurbano, que se hizo conocido por dos razones. La primera, haber sido pionero en instalar un sistema de seguridad municipal de apoyo a la Policía, que pobló su distrito, Ezeiza, de patrulleros y consolidó una red de vigilancia de la vía pública. Y la segunda, haber corrido a tiros a tres ladrones que entraron una noche de hace 13 años a su casa y lamentarse de tener mala puntería.
Scioli nunca militó en las filas de lo que suele denominarse el garantismo en materia de seguridad. Siempre impulsó el endurecimiento de penas y la restricción de beneficios procesales para los imputados, en especial la excarcelación. Planteó, incluso, mucho antes que el primer candidato del oficialismo, Martín Insaurralde, bajar la edad de imputabilidad para procesar a menores que cometen delitos. Muchas de esas posturas le valieron críticas y rechazos desde el kirchnerismo “más puro”. Por eso, a quienes lo conocen no los sorprendió que el Gobernador dijera en la asunción de su nuevo ministro que “desde el Estado de Derecho hay que estar dispuestos a todo para enfrentar el delito”. Sólo una reiteración de criterios y posturas. Pero Scioli también había estado, hasta ahora, muy lejos de elegir para conducir el área a alguien con el perfil de “shérif” que Granados no se preocupa en evitar.
La inseguridad agobia a los bonaerenses de tal manera que ninguna medida -ni la incorporación de gendarmes al patrullaje ni el cambio del ministro, entre cualquier otra- podría no ser vista como un intento -acertado o no- de mejorar una situación que no es, por cierto, nueva pero que preocupa cada vez más, en la medida que el delito es cada vez más violento y se lleva cada vez más vidas.
Pero resulta un dato ineludible de cualquier análisis que el cambio de hombres al que más se ha resistido Scioli se concretó en medio del proceso electoral, tras la derrota del oficialismo en las primarias, y en el marco de una campaña en la que la oposición puso a la inseguridad como el eje principal de sus críticas al oficialismo y de sus propuestas, en particular el massismo, que se quedó con la victoria en la primera vuelta. Y en un contexto signado también por el reclamo de los intendentes del oficialismo, que señalan la inseguridad como “la principal causa” de la derrota de agosto.
Anticipos de cambios y armados
Las medidas adoptadas por Scioli tienen que ver también, por lo tanto, con esa coyuntura. Aunque fueron definidas en una estrategia que apunta más allá de los comicios del 27 de octubre.
La llegada de Granados al gabinete provincial implica en términos políticos una suerte de anticipo de los cambios que Scioli se propone introducir en su equipo de trabajo después de las elecciones, y antes del recambio legislativo de diciembre. Y es también una señal en ese sentido la elección de un intendente, más allá del “currículum” de Granados en materia de Seguridad.
Es que la renovación de equipo que ya comenzó a evaluar el Gobernador se inscribe en su aspiración a ser candidato presidencial en el 2015. Y tras ese objetivo, sumar la mayor cantidad de intendentes posible para su proyecto es uno de los pilares de la estrategia, de modo que es previsible que desde noviembre se incorporen más jefes comunales al gabinete.
Una movida que -además de incluir la opción de sumar un hasta ahora opositor como Francisco De Narváez (ver inf. pág. 14)- sin duda tiene que ver con que el otro dirigente ya instalado en el escenario bonaerense y en el horizonte del 2015, Sergio Massa, ha construido la base de su armado político con un grupo de intendentes.
El candidato bajo fuego
Mientras tanto, el cambio de mando en la conducción de Seguridad se ha producido en medio de nuevos crujidos en el oficialismo.
El candidato fue cruzado por dirigentes del kirchnerismo que suelen ser voceros de la Casa Rosada, a quienes no les preocupó rechazar enfática y duramente en medio de la campaña su propuesta de bajar la edad de imputabilidad.
La movida generó tal impacto en el seno del oficialismo -donde la mayoría consideró que con esas críticas que se perjudicaba seriamente al candidato- que luego algunos referentes K salieron a respaldar la propuesta de Insaurralde, aunque no alcanzaron a compensar el efecto de los cuestionamientos.
Un costado relevante de ese episodio es que el universo de dirigentes -intendentes, legisladores y referentes regionales del oficialismo- que cuestionaron el “ataque” al candidato explayaron esa postura en la intimidad. Pero casi ninguno salió por eso a dar públicamente su apoyo a Insaurralde. Para los observadores, un reflejo más de que esos dirigentes -que en estas elecciones se juegan parte de su futuro político, a través de las listas municipales o para la Legislatura- están ya concentrados en defender las chances de esas nóminas, y cada vez más desentendidos de la suerte de la lista que, con su performance, signará la suerte electoral de la Casa Rosada.
Y otro foco de tensiones que se agiganta es la que provoca la habilitación de listas colectoras que, como ya se viene comentando aquí, son repudiadas por los intendentes peronistas en la medida que les restan votos a sus candidatos para los concejos deliberantes. Quien más gráficamente expresó en estos días ese malestar fue el intendente de Ituzaingó, donde una nómina local del sabbatellismo lo estaría colocando en situación de conseguir sólo dos bancas en el Concejo y quedar en inquietante minoría en ese cuerpo. “Somos diferentes. Sabbatella -elegido por Cristina para comandar el Afsca y estrella del ultrakirchnerismo- es comunista”, disparó. ¿La pelea que se viene en el oficialismo: peronismo vs. no peronismo?(Fuente: EL DIA)