Las lluvias escasas no modificaron el panorama de sequía que presentan el trigo y otros cultivos de invierno. Las estimaciones climáticas del Instituto Nacional de Tecnología Agrícola (INTA) indican que hay entre 70 y 80 por ciento de probabilidades de que será una campaña seca, con la impronta de la Niña, el fenómeno meteorológico que describe la escasez de precipitaciones, como ya sucedió en los últimos dos años.
Aunque desde la Bolsa de Cereales de Buenos Aires contemplan la perspectiva optimista de que en octubre podría llegar algunas lluvias que mejorarían la situación, el problema es que para el trigo sería tarde.
Particularmente en el norte bonaerense y el sur de Santa Fe, en los campos ubicados en el corredor oeste del río Paraná, desde la zona de Zárate-Campana hasta Rosario, la última precipitación intensa se produjo el 25 de mayo. Hace más de tres meses.
El escenario es entre incierto y pesimista en esa zona, en el núcleo agrícola del país. “Para adelante no se ve nada alentador, tenemos una probabilidad muy baja de lluvias para este jueves, y después recién se empieza a vislumbrar algo para el 10 u 11 de septiembre, pero para entonces ya se habría perdido bastante potencial de rinde”, anticipó el ingeniero agrónomo Mariano García.
Sobre cómo va a incidir esta situación en la actividad económica de la zona, señaló: “Esto va a tener un marcado impacto económico en la región. Los productores usan estos cultivos para financiarse de cara a la cosecha más importante, la gruesa, y con los costos de los insumos tan altos y esta falta de lluvias pone en jaque toda la inversión realizada”.
A nivel país, los cálculos de pérdidas, por la reducción de área sembrada, de 6,9 a 6 millones de hectáreas en todo el país, y las menores perspectivas de rinde, por el impacto climático, oscilan entre 2 y 3,3 millones de toneladas menos de trigo, respecto de la estimación inicial de 21 millones.
El cuadro de situación en algunos casos es alarmante
El ingeniero García describió el cuadro de situación, que “en algunos lotes es alarmante, porque fueron lluvias muy menores que no alcanzan a cubrir la necesidad de los cultivos. Ahora empieza el crecimiento exponencial del trigo, y la realidad es que la cantidad de agua caída no es suficiente para su desarrollo. No cubre la necesidad para el estado reproductivo y la acumulación de materia seca que se hace con agua no alcanzó. Hay que ver cómo pueden afectar los días de frío: en la zona donde no llovió nada es probable que haya un daño importante, fundamentalmente en la arveja y la cebada”.
El especialista destacó que “no hubo lluvias generalizadas prácticamente desde el verano. Entonces, una de las características muy importante es el agua escasa que tenemos almacenada en el suelo. Durante los meses de invierno llueve poco, pero en relación a los años anteriores la cantidad de agua en el suelo ya no era la óptima. Este año hay menos agua en el suelo”.
El 25 de mayo cayeron 20 milímetros en general, en algunos lugares 30 milímetros, y eso permitió la siembra de los trigos de ciclo largo. “Se sembró un porcentaje menor, un 10 por ciento menos con respecto al año anterior. Para que se siembre menos influyó el precio de los insumos y los valores inciertos del precio del trigo en cosecha”, explicó.
Además, García hizo mención al contexto internacional y a los valores de los insumos que se necesitan para producir: “Uno de los principales insumos que influyen son los fertilizantes, que se han encarecido al igual que el petróleo y sus derivados. Además, no son reemplazables porque son nutrientes que se necesitan para obtener los resultados de rendimiento esperados. Los suelos se usan desde hace 200 años y hay que reponer los nutrientes. Entonces, hay que recuperar lo extraído y los fertilizantes son insumos necesarios”.
En tanto, los productores agropecuarios esperaban lluvias y también señales claras en un escenario político- económico complejo, señales que por ahora no llegan: “Las realidades son diferentes en función de cómo vienen cosechando años atrás. Nuestra zona viene muy golpeada, ves realidades muy distintas de acuerdo a cada productor”, enfatizó.
En definitiva, la Argentina atraviesa el tercer año consecutivo bajo el fenómeno climático de La Niña. Desde hace tres campañas agrícolas el territorio cultivado está afectado por lluvias menores al promedio histórico, con los efectos negativos que conlleva en cualquier actividad agropecuaria. Esto ha puesto en alerta a muchos productores agropecuarios, que en algunos casos analizan cómo encarar la campaña gruesa.
Panorama incierto para los cultivos de verano y las divisas
Los principales cultivos de verano, soja y maíz, también comenzarían la campaña sin la humedad o el agua suficiente en los perfiles de los suelos, lo cual completa el panorama incierto. Por ello, también se proyectan recortes en las hectáreas de maíz, cuya siembra temprana comienza en septiembre. Y respecto de la soja, si bien ganaría superficie respecto de los últimos años, debido al clima rendiría menos por hectárea.
A su vez, se redujo la inversión tecnológica por hectárea, por los mayores costos de los insumos importados y por la incertidumbre del contexto económico político.
En definitiva, la merma productiva entre los tres cultivos principales representaría aproximadamente 3000 millones de dólares menos en el ingreso de divisas del año próximo. Los escenarios proyectados, desde los pesimistas hasta los optimistas, se definirán según el agua que caiga del cielo.