El país

En buena ley

LA PLATA, Mayo 13.-(Por Mario Wainfeld) Cuatro leyes de larga proyección en poco más de dos meses. El Congreso actual, más activo y con más consensos que el de años previos. De luchas de minorías a normas con amplias mayorías. Muerte digna, algunas observaciones. La conciencia colectiva, en democracia. Las corporaciones alzan la guardia. Algo sobre igualdad y un saldo alentador.

En el breve tiempo transcurrido desde el 1º de marzo, el Congreso ha sancionado cuatro leyes cuya aplicación se proyectará durante años o décadas. Hablamos de la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, la de soberanía hidrocarburífera y expropiación de Repsol, la “muerte digna”, la “Identidad de Género”. Las dos últimas, votadas el miércoles en el Senado, constituyen logros colectivos de ampliación de ciudadanía, con contados parangones en la región y aun en el mundo.

Las leyes ligadas a la economía y las de ampliación de derechos ciudadanos regulan cambios institucionales profundos. En el lapso 2009-2011 se fustigó a senadores y diputados por su improductividad y hasta por supuesta pereza. Los grandes medios se enfurecieron con el Grupo “A” porque éste no pudo controlar la agenda política. Lo elogiaron de más, le exigieron lo imposible. Una mirada pragmática corrobora que las fantasías eran exageradas y poco apegadas a la realidad. La relativa paridad entre oposición y oficialismo combinada con la falta de voluntad cooperativa generó un escenario de dificultades previsibles, entre ellas la del veto cruzado.

Con la activa mayoría oficialista como émbolo, la actual integración del Congreso ya aprobó leyes de trascendencia, que realzarían todo un año parlamentario, en apenas más que un par de meses. La productividad no viene de la mano con el sectarismo, mal que le pese a la Vulgata dominante. La lógica binaria amigo-enemigo primó años atrás, ahora el esquema se complejiza, en buena hora. En ningún caso la mayoría se conformó exclusivamente con el Frente para la Victoria (FpV) y sus aliados habituales. Las normas fueron convalidadas por un conjunto amplio, pluripartidista. En las dos leyes de consolidación de derechos civiles el consenso fue casi unánime, sin votos en contra, alguna abstención, alguna ausencia significativa.

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Que treinta años es algo: Nos acercamos a los 30 años ininterrumpidos de democracia, lo que decanta en el progreso de los debates públicos, de las deliberaciones parlamentarias, de la agenda institucional. También de los coloquios de café o las tertulias en el Agora. Hace una, dos y (ni qué hablar) tres décadas leyes como “muerte digna” o “Identidad de Género” hubieran sido impensables. La correlación de fuerzas para impulsarlas era sideralmente distinta, magra la audibilidad de las minorías. Por último, sólo a los efectos enumerativos, el saber de las personas del común era mucho más limitado. ¿Cuántas gentes de a pie sabrían, tiempo atrás, qué es “encarnizamiento terapéutico”, qué son “cuidados paliativos” o interesarse en los derechos de los grupos de gays, lesbianas, travestis y transexuales?

La perduración de la democracia como sistema de vida amplía las mentalidades y los horizontes conceptuales. La madurez de las sesiones recientes trasunta, pues, un crecimiento colectivo, en el que incidieron especialmente minorías militantes, convencidas y persuasivas.

El kirchnerismo, como experiencia política, profundiza la tendencia con dos aportes, uno objetivo y otro producto de su voluntad política. El objetivo son casi nueve años de gobernabilidad con escasas situaciones de riesgo desestabilizador para lo que son los parámetros históricos argentinos. Se planta un terreno fértil para reivindicar derechos y procurar conquistas. La voluntad política del oficialismo ha sido crucial para concretar normas de ampliación de derechos, como las que venimos recorriendo, el matrimonio igualitario, la de Servicios de Comunicación Audiovisual, la Asignación Universal por Hijo.

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Lo perfectible y los deberes pendientes: Todo es perfectible o, si se quiere, imperfecto. Las leyes serán sometidas al rigor de la práctica cotidiana, se notarán falencias, es de cajón que advendrán reformas parciales.

La de muerte digna es particularmente delicada pues aborda una temática de hondas ramificaciones morales, científicas, médicas y religiosas. En un interesante reportaje publicado en Página/12 el jueves, el médico Juan Carlos Tealdi, especialista en Bioética, marcó algunas falencias. Una es la exigencia de escritura pública para los “consentimientos anticipados del paciente”. El recaudo es excesivo porque contraría los hábitos y el imaginario de la mayoría de los argentinos, poco afectos a previsiones de ese tipo a diferencia de los anglosajones (la renuencia a dejar testamento es una referencia empírica ilustrativa). El trámite es oneroso, lo que dificulta que lo adopten personas de bajos ingresos. Y también sería difícil de instrumentar fuera de los grandes centros urbanos. Se insinúa el exceso de rigor formal, un clásico del derecho argentino que el Poder Judicial suele exacerbar.

Otro aspecto, estructural, que señala Tealdi es “seguir enunciando normas en un contexto viciado”. El contexto viciado es el sistema de Salud, por varias causas. Una de ellas, entiende este cronista, es la fragmentación federal, un engendro noventista que funge como estorbo para la recta aplicación de leyes progresistas. Activar desde el Ministerio de Salud nacional al respectivo Consejo Federal sería un modo de atenuar las trabas. Se usa el potencial porque el ministro Juan Manzur es renuente a convocar al Consejo Federal. Tampoco reglamentó leyes previas que insinuaban reformas sobre la muerte digna, signando su ineficacia. Y sigue sin “ponerse las pilas” para inducir a las provincias a dictar protocolos que permitan la cabal vigencia del fallo de la Corte Suprema sobre aborto no punible. La falta de activismo de la cartera refrena y hasta torna inocuas reformas notables. Es de esperar que la reglamentación de la “muerte digna” se concrete con similar eficacia y presteza a la que tuvo el Congreso.

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Minorías activas: Una característica saliente del sistema político argentino es el activismo de su sociedad civil. Las minorías sexuales son grupos militantes en casi todas las latitudes, Argentina no hace excepción. Lo notable en estos años es cómo han sabido granjearse respeto, cuando no aprobación. Cómo supieron adaptarse a los formatos democráticos para persuadir sin asilarse en el rol de minorías testimoniales.

Otro es la trayectoria de l@s referentes sociales que emergieron demandando por la ley de muerte digna. No componen colectivos de larga data, constituidos por militantes. Se trata de personas comunes, interpeladas por un episodio familiar que las concientizó y las motivó a salir a la palestra. Tal el caso de Selva Herbón y Susana Bustamante, madres de Camila y Melina, que le dieron carnadura y rostro humano a un reclamo bien intrincado.

La venerable tradición que se remonta a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo se prolonga en un formato. Gentes del común devienen protagonistas, se capacitan en el día a día, adquieren saberes y vocabulario, saben adaptarse a las exigencias discursivas de los medios. Su legitimidad se edifica en base a sus vivencias y su dolor. Autodidactas, adquieren elocuencia, construyen relatos creíbles que amplían la esfera de gentes interesadas.

No todo es hermoso en ese conjunto: Juan Carlos Blumberg también lo integró, con éxito tan resonante cuan transitorio. Lo valorable, sin negar los claroscuros, es la capacidad de demanda de la sociedad argentina y la aptitud de su ciudadanía para hacerse valer.

El Parlamento estuvo a la altura. Las leyes venían de la Cámara baja, sancionadas con la “vieja” integración, es decir la previa a las elecciones de octubre de 2011. Los diputados quisieron cerrar un ciclo poco prolífico con gestos edificantes y normas progresivas, demostrando que podían superar (eventualmente...) sus conflictos.

La cuasi unanimidad del Senado es una marca superior a la que se palpa en las encuestas o en la mirada costumbrista. El Congreso se comportó como una vanguardia, conjugando con la sensibilidad mayoritaria. Vale la pena tomar prestada la jerga política de otras etapas: la vanguardia es útil si encabeza y lidera, sin alejarse demasiado del resto, cual una patrulla perdida. El ejemplo de los legisladores, recibido con un estado de ánimo consensual por la mayoría de la sociedad, acelera una dialéctica virtuosa. La brega contra la discriminación no toca a su fin (en la sociedad el tablero electrónico marca otros guarismos que en el Senado) pero suma una herramienta invalorable.

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Conquistas versus corporaciones: Todo derecho es una conquista, al que se accede concitando adhesiones y venciendo resistencias. Las dos flamantes leyes atizan el estado de alerta y movilización de corporaciones conservadoras. La jerarquía de la Iglesia Católica formula reparos contra ambas, siempre susurrando detrás de los cortinados y traducida por voceros periodísticos autorizados. Su mayor encono se centraliza en las libertades expresivas, las sexuales especialmente y las nuevas igualdades. Vade retro.

Las corporaciones de prestadoras de salud se llevan la mano al corazón, y dan con sus billeteras. En consonancia, advierten: así no hay escala de costos que se sostenga. Por donde se lo pulse, el “sistema de Salud” clama por una reforma integral. Poderosos intereses, sindicales y empresarios, son potenciales enemigos de un cambio que el kirchnerismo deberá afrontar.

Los medios dominantes hacen su parte. El diario La Nación no consignó en su tapa sábana del jueves la Ley de Identidad de Género, la ninguneó testimoniando su coherencia ideológica. Pero el viernes encendió la alarma: “Hay lista de espera para cambiar de sexo”, consignó. Se trata de un viejo truco, el de asustar generando una psicosis de contagio. Se usó con el divorcio, con el matrimonio igualitario: la libertad traerá una masividad incontrolada o incontrolable. El presidente de la Comunidad Homosexual Argentina, César Cigliutti, respondió con su habitual tino al embuste. De movida, explica, la ley no fue promulgada o sea que no rige aún. Y añade: “Tampoco es verdad que empezaron las listas de espera en los hospitales públicos. Existen pocos hospitales públicos que tienen profesionales capacitados para realizar una cirugía de adecuación sexual: el Hospital Gutiérrez de La Plata y el Hospital Durand”.

La información es demoledora, los poderes fácticos hacen oídos sordos: se repliegan a sus prejuicios y propalan información de mala fe. Son contrincantes peligrosos, desde siempre. Hoy día están a la defensiva. Por eso (parafraseando desde el agnosticismo a Alejandro Mayol, un juglar del cristianismo nacional y popular) hay que cantar aleluya.

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Lejos del unicato: Quién lo hubiera imaginado, un par de años atrás: el Congreso es el bastión del kirchnerismo. El voto popular le otorgó las mayorías, el oficialismo no se queda quieto y, por ahora, sabe convocar apoyos opositores. “Con lo que ya hicimos, podemos vivir de renta el resto del año”, bromea una primera espada parlamentaria K, mientras repasa la agenda que viene, que le garantiza muy otro futuro (ver recuadro aparte).

Los republicanos de opereta se aterran, auguran el unicato. No hay tal cosa, ocurre que los partidos opositores eligen un repertorio menos schmittiano que el que le marcaron los medios. Eligen dónde y cuándo confrontar. El mismo miércoles pidieron una comisión investigadora sobre el “caso Ciccone”. Sabían que la moción sería derrotada pero instalaron la movida en los medios. También siguen pugnando por impedir que Daniel Reposo consiga la aprobación de dos tercios de los senadores presentes para ser designado procurador general. O sea, la división de roles está en vigencia, aunque no cristalizada como les gustaría a ciertos comunicadores.

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La noble igualdad: Nadie puede ser obligado a hacer lo que la ley no manda ni privado de lo que ella no prohíbe, estipula la Constitución. El Himno Nacional ensalza la “noble igualdad”, que la Carta Magna procura garantizar. Los derechos a bien morir o a elegir identidad de género no amplían las fronteras de la tolerancia (una cualidad estimable pero que tiene un implícito de superioridad) sino las de la igualdad ante la ley. La evolución de las costumbres en el siglo XXI, el arraigo de una sociedad más secular, las minorías convencidas y activas produjeron el tránsito que la política institucionalizó.

Los detractores hablan de cortinas de humo, de maniobras distractivas para ocultar quién-sabe-qué. Se equivocan. Nada detiene el fluir de las paritarias, los conflictos sociales, las acciones económicas del Gobierno, las internas. La realidad va más allá de los saludables cambios de época que legisló el Congreso. Un par de rotundos tiros sonaron para el lado de la Justicia” y la vida sigue, con todas sus complicaciones pero con el aire algo más respirable.(Fuente; PAGINA 12)

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