El Carnaval de San Antonio de Areco de 1983 marcó un antes y un después en la historia cultural del pueblo, con dos eventos destacados: su traslado al circuito de la Plaza Gómez y la memorable participación de la comparsa del Club Social y Deportivo Rivadavia.
Durante la dictadura militar, un período oscuro signado por el terrorismo de Estado, San Antonio de Areco logró mantener viva la tradición carnavalera, aunque bajo estrictas autorizaciones. Bajo la intendencia de Enrique Amondaray, la organización estuvo a cargo del Club de Leones, que eligió el boulevard Alsina (hoy Héroes de Malvinas) como escenario para los corsos.
Sin embargo, en 1981, un accidente en el evento resultó en una demanda millonaria contra la institución organizadora, lo que llevó a la suspensión del carnaval en 1982. Fue el intendente Ángel Alonso quien, en 1983, decidió devolverle al pueblo su fiesta popular, trasladándola al tradicional barrio de la Plaza Gómez.
El carnaval de ese año quedó en la memoria colectiva, especialmente por la participación de la comparsa del Club Rivadavia. Con más de 90 integrantes, sus trajes en blanco y negro, banderas, bailarinas y músicos conquistaron al público en cada presentación. Vecinos como José Cinicola, Clara Galvarino, Julio Genoud y muchos otros formaron parte de esta colorida y vibrante agrupación que despertó aplausos y admiración.
Rivadavia no era ajeno a los corsos. Ya en la década del 70 había sido protagonista en los desfiles de la avenida Aristóbulo del Valle, destacándose con lujosas carrozas artesanales y reinas que dejaron huella en la historia del carnaval arequero.
La comparsa de aquel año no solo marcó un hito en la celebración, sino que también inspiró futuras expresiones culturales. En 1994, los alumnos de la Escuela Nacional de Bellas Artes retomaron la tradición con las murgas Mirá Miró y Tachitos, que sentaron las bases de las murgas actuales, pilares del carnaval contemporáneo en San Antonio de Areco.
El Carnaval de 1983 no solo fue un renacer tras la suspensión, sino también un símbolo de identidad y resistencia cultural en tiempos difíciles, dejando un legado que sigue latiendo en el corazón de la comunidad.