A través de la historia se tejieron y entrelazaron varios mitos y leyendas sobre el Ave Fénix, el bello pájaro que resurge del fuego y de sus propias cenizas, para darse vida nuevamente. Para renovarse y darse otra oportunidad.
Una de esas leyendas dice que la madrugada del 8 marzo de 1857, El Ave Fénix sobrevoló una fábrica en llamas en Nueva York. El fuego lo atrajo hacia el lugar y lo convirtió en cenizas, en memoria y en conciencia.
No; no murieron las ciento veintisiete mujeres que trabajaban allí dentro. Y esto, no es negar la historia, es resignificarla. Las mujeres siguen vivas. Siguen peleando por sus derechos. El fuego las ilumina, aunque muchas veces se apague y haya que caminar en la penumbra.
La misma leyenda cuenta que, en realidad, el Ave Fénix, es una mujer.
Es la esencia misma de todas y cada una de las mujeres que habitan el planeta. Y las que lo habitaron y ya no están, también.
Las que dejaron marcas en la historia que no nos quisieron contar.
Las que dejaron huellas.
Las que sembraron sueños,
Las que acunaron hombres.
Las que desparramaron alegrías, y cargaron dolores.
Las que desocultan las trampas para denunciar las diferencias.
Las que a partir de las diferencias transforman en igualdad los derechos vulnerados.
Y esos derechos vulnerados se convierten en reclamos.
Y el reclamo, en un acto de amor que podría construir al mundo en un lugar menos hostil,
Más tolerable,
Más tolerante.
(*) Psicóloga Social
Diplomada en estudio de Sexualidades y Géneros
silvanatrotta@ymail.com
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